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Transmitir Actitudes Positivas para Prevenir el Suicidio

 

Distintas personas reaccionan de forma diferente frente a la adversidad. Algunas se asustan y se paralizan, otras se deprimen otras necesitan actuar y algunas afrontan la situación con tranquilidad porque confían en sus propios recursos para cambiar aquello que se pueda cambiar y para aceptar lo que fuera necesario aceptar. A esta disposición general del ánimo ante un problema concreto lo llamamos actitud. Resulta evidente que algunas actitudes resultan más efectivas que otras y que además producen menos sufrimiento. Nos preguntamos entonces, ¿por qué algunas personas asumen actitudes tan negativas frente a la adversidad? En parte esto se debe al temperamento de cada uno, pero las actitudes pueden cambiarse con la práctica y la motivación. Los entrenadores deportivos lo saben, los docentes y los líderes de todo tipo de equipos también, gran parte de su trabajo consiste en mejorar la actitud de otras personas. Es que una actitud positiva mejora el rendimiento en cualquier actividad humana y, por supuesto, nos ayuda a afrontar las situaciones difíciles de la vida sin llegar a pensamientos suicidas.

 

El optimismo bien entendido

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Nos preguntamos entonces: ¿Cuál es la mejor actitud para enfrentar los problemas de la vida? Está claro que el pesimismo no ayuda. Pero el optimismo ingenuo tampoco. Llamamos optimismo mágico o ingenuo a esa actitud que niega o minimiza las dificultades o se basa en la creencia de que las cosas se van a arreglar por sí solas. No nos imaginamos a un entrenador de fútbol diciéndole al equipo: “Tranquilos, hoy tenemos un adversario fácil, el partido ya está ganado”. Un buen entrenador no diría estas palabras porque esa no es una buena actitud para salir a la cancha. En realidad no es una buena actitud para enfrentar ningún desafío en la vida. Cuando hablamos de optimismo no nos referimos a eso sino a la actitud que evalúa con realismo las dificultades y el esfuerzo necesario para hacerles frente pero que también confía en las propias capacidades y asume riesgos razonables cuando es necesario hacerlo. Esa es la mejor actitud para salir a la cancha y también para afrontar los desafíos de la vida sin incurrir en pensamientos suicidas.

 

Prepararse para lo peor

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No todos los problemas que tenemos que enfrentar en la vida tienen solución, o bien no todas las soluciones que intentamos resultan realmente efectivas. Muchas veces el camino no pasa por solucionar un problema sino por aceptar la pérdida y seguir adelante. Estas pueden ser las situaciones más difíciles. Ante la imposibilidad de actuar o la posibilidad cierta de que nuestras acciones no sean efectivas nos invade la tristeza, el miedo y la desesperanza. Muchos consejeros, ante tales momentos de incertidumbre, nos proponen que imaginemos lo peor que pudiera suceder, y que lo imaginemos hasta sus últimas consecuencias. 

 

Por ejemplo: si tenemos un familiar muy querido gravemente enfermo, ¿qué es lo peor que podría suceder? Ciertamente lo peor sería que muera. ¿Y qué ocurriría si muere? Me pondría muy triste, tendría que transitar un duelo largo y penoso. ¿Y luego? No sé, supongo que la vida continúa. 

 

De eso se trata imaginar lo peor, de darnos cuenta que al final, y luego de un proceso de adaptación, la vida siempre continúa. Nos propone un plan “B” que nos aporta alguna certeza en un mar de incertidumbre. Sin embargo, aceptar ese escenario como posibilidad no debería impedirnos seguir luchando en el aquí y ahora por el desenlace que realmente queremos, haciendo lo que sí se puede hacer, aunque más no sea. En el ejemplo que dimos, brindando compañía a nuestro familiar desde una actitud positiva.

 

¿Cómo enseñar actitudes positivas?

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Los chicos siempre nos observan, también cuando afrontamos situaciones difíciles en la vida. Muchos padres intentan mantener a sus hijos al margen de los problemas para protegerlos de preocupaciones innecesarias a su edad. La intención es buena, pero el resultado muchas veces no lo es. Los niños y niñas son mucho más perceptivos de lo que solemos creer. Podemos ocultar el problema en sí no hablando del tema frente a ellos, pero casi siempre sabrán que hay un problema, lo verán en los gestos, en los tonos de voz, en los silencios repentinos y en el clima general del hogar. Saber que hay un problema pero no saber de qué problema se trata podría agregar una cuota de preocupación adicional. Además, observar la actitud con que sus padres afrontan los problemas grandes o pequeños es la mejor manera de enseñarles a los chicos a hacerlo. Los adultos que tenemos menores a cargo o que de algún modo tenemos vínculos sociales con ellos deberíamos saberlo, seremos el ejemplo que ellos sigan en el futuro para afrontar sus propios problemas. Si lo hacemos con una actitud positiva, sin caer en el pesimismo ni en el optimismo ingenuo, aceptando lo peor para actuar en mejorarlo, ellos sabrán tomarán nuestro ejemplo; si por el contrario nos dejamos vencer por la desesperanza o caemos en la tentación de negar o minimizar los problemas, también.

 

Desde ya que no todos tienen la suerte de contar con suficientes ejemplos de actitudes positivas en su infancia. Si ese fuera el caso, aún nos queda todo el resto de la vida para buscar mentores a quienes imitar. Los adultos podemos discernir qué ejemplos de vida nos conviene imitar y cuáles no. Está comprobado que las historias de personas que han sufrido situaciones difíciles en sus vidas y logran encontrar recursos para hacerle frente, incluso superando pensamientos suicidas, sirven de inspiración y estímulo para aquellos que transitan situaciones similares. Ver Testimonios de Superación en relación al Suicidio en nuestro Blog.

 

Adoptar una actitud positiva frente a los problemas es uno de los recursos más valiosos para prevenir el suicidio. También para aquellas personas que han tenido que pasar por un intento de suicidio, un cambio de actitud es esencial para su recuperación a fin de evitar reincidencias.

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