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Ayuda mutua y Asistencialismo en la
Prevención del Suicidio

 

El Altruismo

 

Los seres humanos tenemos una tendencia natural a ayudar a quien lo necesita. Tal vez no siempre lo hagamos, pero nuestra naturaleza nos lleva a sentir compasión, es decir, sufrir con el otro. El sufrimiento del otro nos afecta, queremos detenerlo y, si podemos, le brindamos algún tipo de ayuda para que al menos mejore su situación. Este comportamiento al que llamamos “altruismo” también se observa en otros animales, pero entre los seres humanos constituye la base sobre la que construimos nuestros entornos sociales y nuestra civilización.

 

En las sociedades modernas, a esta ayuda de persona a persona se le suma la ayuda institucional, es decir, se han creado organizaciones cuyo principal objetivo es brindar ayuda: desde los estados nacionales hasta las asociaciones civiles. Pero el funcionamiento de estas organizaciones sigue estando, o debería estar, guiado por el altruismo, ese comportamiento tan primitivo que nos define como seres humanos.

 

Volviendo entonces al origen, observamos que en las sociedades primitivas, e incluso en otras especies que practican el altruismo, este se muestra en dos formas conceptualmente distintas. Es importante entenderlas porque estas formas de altruismo se reflejan o se ven representadas en las modernas instituciones de ayuda.

 

El Asistencialismo

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Tal vez el altruismo más primitivo es el cuidado de las crías en el que los progenitores adultos brindan la ayuda necesaria a su descendencia naturalmente desvalida. Esta es la forma más primitiva de altruismo a la que llamaremos “paternalismo” o “asistencialismo” y que se repite con pocas variaciones en el cuidado de enfermos graves, discapacitados severos y ancianos. El asistencialismo es, por naturaleza, asimétrico, va en una sola dirección. Alguien que dispone de capacidad para hacerlo ayuda a alguien desvalido. Cuando este esquema se aplica fuera de los ámbitos mencionados o donde no es estrictamente necesario suele generar dependencia, minusvalía e incluso sometimiento. El asistencialismo sigue siendo necesario y útil en muchas situaciones sociales, pero existe otra forma de altruismo más respetuosa de las capacidades y fortalezas del otro.

 

La Ayuda Mutua

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La ayuda mutua o cooperación es una forma de altruismo que se da entre pares. Salvo en los casos antes mencionados, sin dudas, es la mejor forma de altruismo, ya que no genera dependencia, potencia las capacidades personales, evita el riesgo de sometimiento y estimula el sentido de pertenencia. La ayuda mutua es multidireccional. Como dijimos, también es una forma de altruismo natural por lo existió desde siempre. Podríamos citar cientos de ejemplos, los equipos de trabajo en empresas, los grupos de amigos, las relaciones familiares entre adultos, las parejas o los vecinos que colaboran entre sí. Sin embargo, no fue hasta el siglo pasado con la aparición de Alcohólicos Anónimos que la cooperación entre pares o ayuda mutua se empleó institucionalmente para problemas personales específicos.

 

La profesionalización de la ayuda

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La modernidad y el consiguiente desarrollo de las ciencias trajo aparejado una profesionalización de la ayuda. Las ventajas de que alguien se prepare profesionalmente para ayudar son innegables, nadie quisiera ser operado de apendicitis por un vecino, los problemas realmente importantes exigen conocimientos profesionales. Así el médico, el abogado y el psicólogo, entre tantos otros, son profesionales que se preparan para ayudar. Sin embargo, la profesionalización de la ayuda implica al menos dos riesgos que debemos señalar: Por un lado, el hecho de que ayudar se convierta en un oficio podría conspirar contra lo que debería ser el fundamento de la ayuda que es el altruismo, es decir, la genuina compasión por el sufrimiento ajeno. Por el otro, la profesionalización, por su propia naturaleza, aumenta la asimetría de la ayuda incrementando el riesgo de caer en un esquema puramente asistencialista con los riesgos mencionados antes. Para evitar esto es importante que el profesional adopte una actitud de colaborador permitiendo que su cliente o paciente movilice sus propios recursos, pero también es importante que quien es ayudado encuentre espacios comunitarios donde pueda, paralelamente, gestionar sus problemas sin sentirse paciente o cliente sino un participante más con el potencial de recibir ayuda pero también de ayudar.

 

La asistencia a personas con pensamientos suicidas o allegados

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Las personas con pensamientos suicidas y sus familiares o amigos cuentan con varios recursos de tipo asistencial, tanto profesionales como no profesionales. Tratamientos psicológicos y psiquiátricos, asistencia voluntaria anónima desde líneas telefónicas y, gracias a la creciente toma de consciencia por parte de la población sobre su capacidad para colaborar en la prevención del suicidio, también asistencia comunitaria. Todos estos recursos son de una importancia invalorable por lo que deben ser potenciados y ampliados. Sin embargo, todos ellos suelen ser expresiones de un modelo de ayuda asistencialista.

 

Parte del estigma que pesa sobre el tema del suicidio consiste en considerar a las personas con pensamientos suicidas como emocionalmente inestables y por lo tanto poco confiables. Esto podría ser verdad en algunos casos o mientras las personas atraviesan una crisis emocional, pero no siempre es así. La realidad es que muchas personas con pensamientos suicidas siguen afrontando sus responsabilidades cotidianas y pueden también hacerse cargo de su tratamiento y su recuperación. Incluso pueden, desde su propia experiencia por haber lidiado con pensamientos suicidas, ayudar a otros en situaciones similares.

 

La ayuda mutua en la prevención del suicidio

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La propuesta de prevenir el suicidio desde un modelo de ayuda mutua no invalida ni intenta reemplazar a los recursos asistenciales antes mencionados. Por el contrario, creemos que podría ser un complemento a los mismos que, de algún modo, compense los problemas del modelo asistencial.

 

Otro estigma que pesa sobre el suicidio es el que nos hace ver al pensamiento suicida como algo extremadamente infrecuente cuando en realidad no lo es. En base a esto, muchas personas con pensamientos suicidas piensan que solo a ellas les pasa algo así, se sienten raros, solos, y en ocasiones anormales. Esta visión distorsionada de la realidad acentuada por el estigma social debilita aún más la autoestima de las personas con pensamientos suicidas que de por sí suele ser muy baja y, consiguientemente, aumenta el riesgo de suicidio. Un modelo de ayuda de tipo asistencial no siempre es efectivo para modificar este estado de cosas. Incluso el simple hecho de tener que recibir asistencia es sentido en muchos casos como un menoscabo adicional a la confianza en las propias capacidades ya deteriorada previamente. Los recursos asistenciales, tanto profesionales como no profesionales, para personas con pensamientos suicidas deberían intentar evitar o compensar estos efectos simultáneos de pérdida de la autoestima y pérdida de la confianza en las propias capacidades. La forma que proponemos es complementar estos recursos necesarios con otros del tipo cooperativo o de ayuda mutua, como la participación en grupos de ayuda mutua.

 

La ayuda mutua debería subsanar las dos falencias señaladas: Por un lado los participantes conocen a otras personas que transitan situaciones similares a la suya, una prueba irrefutable de qué “esto” no es algo que les pasa solo a ellos. Por otra parte, en el grupo tienen oportunidad de participar ayudando a otros, lo que tiene un fuerte efecto en reforzar la confianza en sus propias capacidades. Los grupos de ayuda mutua para personas afectadas por pensamientos suicidas, familiares o allegados pueden brindar otras ventajas a las que nos referiremos en nuestra página La ayuda mutua en la prevención del suicidio.

 

A pesar de las ventajas mencionadas, muchas personas siguen dudando de la efectividad de los grupos de ayuda mutua en la prevención del suicidio basándose, principalmente, en la presunta inestabilidad emocional de las personas con pensamientos suicidas. La pregunta que se hacen es: ¿Pueden las personas con pensamientos suicidas brindarse ayuda mutuamente? La respuesta solo la puede dar la experiencia, pero imaginemos que vivimos a comienzos del siglo XX, con la mirada sobre el problema del alcoholismo de la época, y que entonces nos preguntaran: “¿Pueden los alcohólicos ayudarse mutuamente?”. La respuesta a esta pregunta, basada en el pensamiento imperante en la época, sin duda, hubiera sido mayoritariamente negativa. Sin embargo, años más tarde se fundó una asociación de ayuda mutua llamada Alcohólicos Anónimos a través de la cual millones de personas con problemas de alcoholismo recibieron y brindaron ayuda a sus pares. En base a esta experiencia que fue imitada por otras asociaciones de ayuda mutua para muchos problemas más, consideramos que el sistema de ayuda mutua sí funciona y puede ser aplicado también a personas afectadas por el drama del suicidio.

 

Hablemos de Suicidio ONG

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