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Conocer Nuestros Prejuicios en la Escucha Activa

 

Guía para participantes en grupos de ayuda mutua por temas relacionados con el suicidio

 

En nuestro apartado Las Preguntas como principal herramienta en la Escucha Activa, nos referimos a las suposiciones, y también al origen de muchas suposiciones: los prejuicios. Ampliaremos aquí este tema porque es un fundamento importante de la escucha activa.

 

El carácter universal de los prejuicios

 

Lo primero que diremos de los prejuicios es que todos los tenemos. En una cultura donde lo políticamente correcto es no tener prejuicios, esto puede sonar hasta ofensivo para algunas personas que se esfuerzan en negar los propios, pero la naturaleza del prejuicio lo vuelve universal. Si aceptamos que tenemos prejuicios y nos esforzamos por conocerlos y reconocerlos, será más fácil que vayamos reduciéndolos, o que al  menos no los actuemos en nuestras interacciones sociales.

 

El prejuicio es un mecanismo simple y rápido que tenemos los humanos para encontrarle sentido a las situaciones que vivimos y así ayudarnos en la toma de decisiones. Si bien es cierto que muchas de estas decisiones basadas en prejuicios suelen resultar equivocadas, este mecanismo fue útil en épocas primitivas en que tomar decisiones rápidas podía ser decisivo para la supervivencia. Por ejemplo, saber si alguien con quien nos topamos accidentalmente es amigo o enemigo. En la actualidad, este tipo de situaciones que demandan decisiones tan rápidas son menos frecuentes, y los prejuicios tal vez causen más problemas en las relaciones sociales que ventajas reales; sin embargo, son parte de nuestra herencia biológica por lo que nunca podremos eliminarlos por completo.

 

El carácter irracional e inconsciente de los prejuicios

 

Como dijimos en el apartado anterior, los prejuicios son un mecanismo psicológico muy primitivo. Este mecanismo es, también, irracional. Es decir, los prejuicios no se originan en un análisis fundamentado y lógico de evidencias sino en el impacto emocional e intuitivo de nuestras experiencias o de las experiencias y creencias de otros que nos fueron transmitidas. Además, es un mecanismo casi siempre inconsciente. Todos los días tomamos decisiones y tratamos de justificarlas con argumentos lógicos, aunque muchas veces se basan en prejuicios. Por ejemplo: Un gerente de banco elige una camisa de un color sobrio porque, según dice, representa la imagen de seriedad que quiere dar a sus colegas y clientes; al día siguiente rechaza una solicitud de crédito porque los avales presentados no le parecen sólidos, sin embargo, el verdadero motivo del que ni siquiera él mismo se dio cuenta fue que el cliente vino a solicitar el crédito con una camisa floreada. En ambas decisiones el prejuicio es el mismo: “Las personas que usan ropa de colores llamativos son irresponsables”. Aunque, seguramente, el gerente del ejemplo jamás admitiría que él piensa esto porque hacerlo lo mostraría como prejuicioso y esa es otra imagen que quiere evitar. 

 

El problema de los prejuicios en la escucha activa

 

Los prejuicios nos enceguecen y nos ensordecen. Volviendo al ejemplo del gerente del banco, seguramente, ni siquiera miró atentamente los avales presentados por su cliente, y en la entrevista ni siquiera escuchó sus argumentos. Solo miró su camisa floreada y pensó: “El banco no le puede dar un crédito a este irresponsable”. De ahí en más su trabajo fue buscar argumentos racionales para justificar lo que su prejuicio ya había decidido. Cuando hablamos con una persona afectada por pensamientos suicidas propios o de un ser querido, el efecto del prejuicio bloqueando nuestra capacidad de escuchar podría ser aún más grave. 

 

Por un lado, los prejuicios nos llevan a hacer suposiciones infundadas con un grado de convicción tal que ni siquiera nos molestamos en verificarlas con preguntas. También nos llevan a formular críticas y a dar consejos ofensivos: Ver Evitar Consejos y Críticas en la Escucha Activa. Todo esto perjudica gravemente la escucha en ambos sentidos: nos llevan a no escuchar o no entender lo que se nos dice, y también hacen que aquel a quien tratamos de escuchar no se sienta escuchado. Si la manifestación de nuestro prejuicio es evidente lo más probable es que la escucha se interrumpa por el enojo o la pérdida de confianza del entrevistado.

 

Otros problemas que ocasionan los prejuicios en relación a la prevención del suicidio

 

La Organización Mundial de la Salud menciona a la discriminación, en sus diversas manifestaciones, entre los principales factores de riesgo de la conducta suicida. La discriminación es la acción de segregar a una persona o grupo de personas en base a prejuicios. Dicho de otro modo, los prejuicios son el fundamento psicológico de las conductas sociales que más incrementan el riesgo suicida. La homofobia, la violencia de género, la discriminación racial, la marginación social, el bullying y muchas de las conductas sociales que más dolor y fantasías suicidas originan están basadas en prejuicios. Por eso, aprender a gestionar nuestros propios prejuicios no solo nos permitirá escuchar mejor a personas que ya están sufriendo por pensamientos suicidas propios o ajenos, también hará que el medio social en el que vivimos mejore y sea más seguro con respecto al riesgo de suicidio.

 

Cómo luchar contra los propios prejuicios

 

Antes dijimos que todos tenemos y siempre tendremos prejuicios, y además dijimos que los prejuicios son irracionales y mayoritariamente inconscientes. Parecería inútil luchar contra ellos, sin embargo, es mucho lo que podemos hacer. Tal vez no para eliminarlos completamente pero sí para que se vuelvan cada vez más controlables e inofensivos.

 

Lo primero es sin duda admitir que nosotros no somos la excepción, que también tenemos prejuicios. Lo que sigue es comenzar a escucharnos atentamente. Así como escuchamos a otras personas también podemos escuchar lo que nosotros mismos decimos o incluso lo que pensamos y no nos animemos a decir. Seguramente, alguna vez hemos escuchado frases tales como: “Yo no soy racista, pero…”, o bien: “No tengo nada en contra de los homosexuales, pero…”. Pareciera que estas frases se dicen como un intento de quitarle gravedad a lo que se dirá después. ¿Alguna vez nos escuchamos a nosotros mismos diciendo frases de ese tipo? ¿Qué pensamos de las personas de otras nacionalidades, otras razas, otros credos religiosos u otras ideologías políticas diferentes a las nuestras? Frente a una persona concreta que acabo de conocer, ¿qué pienso de él o de ella?, ¿tiene este pensamiento algún fundamento o está basado en el prejuicio?

 

En este examen de conciencia no deberíamos avergonzarnos de nuestros prejuicios. No somos realmente responsables de ellos, alguien nos los enseñó. Aunque sí somos responsables de lo que hacemos con ellos. Tomar consciencia de un prejuicio no lo elimina, tampoco lo desactiva por completo. Pero el territorio natural del prejuicio es el subconsciente. Sacarlo a la luz de la consciencia lo debilita, lo vuelve controlable y casi siempre impide que lo actuemos, es decir, que mostremos en palabras, en gestos o en acciones nuestros prejuicios. Eso es suficiente para que dejen de causar daño y nos permitan acercarnos a las otras personas con una actitud de escucha abierta y empática.

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