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El camino hacia la Compasión en Grupos de Ayuda Mutua

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Matthieu Ricard, en su libro En defensa del altruismo, describe una serie de estados mentales posibles frente al sufrimiento ajeno basándose en investigaciones de otros autores. Aunque sabemos que la mente humana es mucho más compleja, el modelo propuesto por Ricard nos parece adecuado para describir lo que pasa en los grupos de ayuda mutua, en particular en grupos de ayuda mutua vinculados con el drama del suicidio, donde el sufrimiento del otro se hace presente en cada reunión. Los estados emocionales que describe Ricard son los siguientes:

 

Contagio emocional

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El contagio emocional es un proceso mental muy básico, de hecho se puede observar incluso en animales y en recién nacidos. Es lo que hace, por ejemplo, que cuando estamos en una fiesta estemos alegres y cuando vamos a un velorio, incluso de un desconocido, estemos tristes. Algo de la emoción del otro nos afecta por contagio. Incluso entre bebés, cuando uno llora en la guardería seguramente otros romperán en llanto. Sin embargo, en el contagio emocional la emoción se vive como propia, no tomamos consciencia de que lo que nos alegra, nos entristece o nos provoca otra emoción es la emoción ajena. 

 

El contagio emocional se produce continuamente en los grupos humanos, no solo en los grupos de ayuda mutua pero, aunque es necesario para acceder a los otros estados mentales que iremos mencionando, por sí solo no es suficiente para generar una respuesta altruista, es decir una reacción que de algún modo alivie el sufrimiento ajeno, ya que desde este estadio aún no se identifica a la angustia del otro como origen de nuestra propia angustia.

 

La empatía

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La empatía es un estado de resonancia emocional. El otro experimenta una emoción, de algún modo yo percibo lo que el otro está sintiendo y experimento una emoción similar, pero con plena consciencia de que no es una emoción propia sino del otro. La empatía se ha descrito también como una forma de comunicación a nivel emocional de ida y vuelta. De algún modo yo percibo lo que el otro está sintiendo y a su vez, el otro también puede darse cuenta de que yo percibo lo que él siente.

 

La empatía es una condición necesaria para que se verifiquen efectos positivos en grupos de ayuda mutua pero, como señala Ricard, no es una condición suficiente. Las respuestas que las personas pueden experimentar frente a la empatía por el sufrimiento del otro pueden ser muy variadas. Ricard menciona tres y todas se ven en los grupos de ayuda mutua: el desamparo empático, la respuesta piadosa y la compasión.

 

El desamparo empático

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A algunas personas, en determinadas circunstancias, empatizar con el sufrimiento ajeno no le genera un deseo de querer aliviarlo sino una reacción de evitación. Esto no habla ni bien ni mal de las personas que reaccionan de ese modo sino que expresa su capacidad circunstancial para hacer frente al contagio emocional que le produce el sufrimiento ajeno.

 

En los grupos de ayuda mutua con frecuencia ingresan participantes que luego de una o dos reuniones dejan el grupo diciendo que les hace mal escuchar las historias que se cuentan en el grupo. Otra forma de evitación podría ser permanecer en el grupo pero no participar, o al menos no hacer preguntas o comentarios cuando se cuentan las historias más desgarradoras. La evitación busca proteger a estas personas del contagio emocional por el sufrimiento ajeno, pero también las aísla del privándolas del beneficio que podrían lograr al compartir su propio sufrimiento. Nuevamente, esto no es un juicio de valor sino una descripción de los hechos. Esas mismas personas, en otro momento de sus vidas, tal vez podrían ayudar y recibir ayuda en grupos de ayuda mutua.

 

La respuesta piadosa

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Otras personas, o en otras circunstancias, pueden también sentir la necesidad de protegerse del contagio emocional por el sufrimiento ajeno pero por distintos motivos optan por seguir en el grupo y participar, pero lo hacen desde la respuesta piadosa.

 

En la respuesta piadosa el sujeto no se aleja del sufrimiento pero intenta negarlo para que no le genere tanta angustia. Sigue siendo una respuesta egocéntrica porque está dirigida a aliviar la propia angustia, no la ajena. Nuevamente, no juzgamos a las personas que actúan así, es la forma en que pueden participar, desde su propia sanación seguramente podrán encontrar formas más compasivas en el futuro.

 

Un ejemplo de respuesta piadosa en los grupos de ayuda mutua son los comentarios del tipo: “no te preocupes”, “no llores”, “no será para tanto”, “vas a ver que todo se va a arreglar”, o los consejos que incluyen soluciones simplistas o ilusorias.

 

La respuesta piadosa es mejor para el grupo y para los participantes que la indiferencia o la evasión que representa el desamparo empático, pero aún dista de ser la respuesta que un participante angustiado necesita.

 

Por un lado, las “soluciones” propuestas desde la respuesta piadosa están más orientadas a negar o minimizar la angustia o el sufrimiento del otro que a brindarle auténtica escucha, contención o acompañamiento. Además, quien responde de esta forma suele hacerlo desde una postura distante, sin involucrarse realmente en el sufrimiento del otro. Sus palabras de consuelo pueden verse como una dádiva que se otorga desde un lugar de superioridad generando en quien la recibe un sentimiento de humillación.

 

La compasión

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La compasión es la respuesta amorosa frente al sufrimiento del otro. Quien experimenta compasión siente la necesidad de acompañar al otro en su sufrimiento y desde este lugar de paridad intenta aliviarlo, no con el objetivo egocéntrico de librarse de la angustia que le genera sino por una solicitud interna basada en la auténtica preocupación por el bienestar ajeno.

 

Compasión es sufrir con el otro, pero también acompañar al otro a transitar su sufrimiento. Sin embargo, no deja de ser una respuesta empática, quien la práctica es absolutamente consciente de que la angustia que siente no es propia y por lo que prioriza la situación ajena.

 

Paradójicamente, mientras la respuesta piadosa genera agotamiento emocional que en muchos casos conduce al desamparo empático, la respuesta altruista o compasión genera un sentimiento de satisfacción en quien la práctica que compensa con creces el desgaste emocional generado por sufrimiento ajeno. Además, el genuino interés es rápidamente percibido por quien recibe la ayuda, lo que le permite una mejor disposición de ánimo ya que no se siente humillado sino acompañado.

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Desde la respuesta compasiva podemos escuchar atentamente lo que al otro le pasa y lo que siente, hacer preguntas adecuadas desde el interés genuino de saber más sobre su situación, brindarle hospitalidad en la escucha e invitaciones frecuentes para que cuente todo lo que necesite contar, validar sus sentimientos, valorar sus fortalezas, comprender sus miedos, compartir experiencias similares con el ánimo de acompañar y no el de ponernos como ejemplo, expresarle nuestro pesar por su situación y nuestros deseos de que pueda mejorar lo que se pueda mejorar y aceptar lo que no.

 

La ayuda entendida de este modo en los grupos de ayuda mutua es realmente un camino de ida y vuelta en el que ambos resultan beneficiados. Quien comparte su sufrimiento por encontrar escucha, contención y acompañamiento y quien se los brinda por esa satisfacción indescriptible que solo se logra desde la ayuda desinteresada. Los roles pueden invertirse pero mientras predomine la compasión el beneficio siempre será para todos los participantes.

 

Sin embargo, no hay que perder de vista que la auténtica compasión requiere de un ejercicio de entrega y de humildad, especialmente por parte de los coordinadores, para poner siempre el corazón al servicio del otro.

 

Ver también:

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Dinámicas grupales en grupos de ayuda mutua

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Ayuda Mutua y Asistencialismo

​

La Ayuda Mutua en la Prevención del Suicidio

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Sumate al Voluntariado

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Hablemos de Suicidio ONG

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