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Transmitir Habilidades Sociales para Prevenir el Suicidio

 

Si repasamos los Factores Protectores de la Conducta Suicida, nos damos cuenta de que muchos de ellos se refieren a las relaciones interpersonales. Y es lógico que así sea: también cuando entrevistamos a personas con pensamientos suicidas, casi siempre se mencionan problemas de relación como origen del sufrimiento. Enseñar a relacionarnos debería ser el contenido central de la educación formal o informal, pero se nos enseña poco y mal en esta materia. Desde edades muy tempranas, en las escuelas y también en los hogares se nos enseña más a competir que a cooperar, a ver al otro como adversario y no como compañero. El resultado es una sociedad individualista que conspira contra la naturaleza gregaria de nuestra especie. No es extraño que en este esquema tan poco natural donde millones de individuos viven muy cerca unos de otros pero emocionalmente aislados proliferen los trastornos de ansiedad, la depresión y los pensamientos suicidas. 

 

Enseñar a cooperar

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Nuestra naturaleza nos lleva a cooperar unos con otros, por lo que la cooperación no debería ser difícil de enseñar. Sin embargo, la preocupación de los padres por el éxito individual de sus hijos lleva a que con mucha frecuencia se los ponga frente a la necesidad de competir. Se dirá que la competencia también es necesaria para incentivar el logro de objetivos y como preparación para un mundo competitivo; es cierto, pero en el mundo real también se trabaja en equipos y se valora la capacidad de cooperar en grupos.

 

Los trabajos en equipo exigen la práctica continua de otras habilidades sociales como respeto, tolerancia, escucha, etc; y además predisponen a las personas a no aislarse frente a los problemas y a buscar la ayuda que necesitan, por lo que saber cooperar puede constituir un recurso importante a la hora de transitar situaciones difíciles sin recurrir a pensamientos suicidas.

 

Enseñar la tolerancia

 

La intolerancia parece ser otro de los signos de nuestro tiempo, aunque desde el discurso  “políticamente correcto” se censuran las expresiones discriminatorias. Lo cierto es que más que nunca muchos adolescentes sufren bullying en las escuelas o son discriminados por todo tipo de cuestiones. El bullying y la discriminación se convirtieron en uno de los factores de riesgo más importantes de la conducta suicida para adolescentes y también para adultos, por lo que enseñar tolerancia es prioritario. 

 

No alcanza con un discurso inclusivo, la tolerancia debe ser practicada en todos los ámbitos sociales. Las expresiones discriminatorias sutiles deben ser desenmascaradas como acciones indebidas, porque son las semillas de actos discriminatorios mayores y porque también generan sufrimiento en las víctimas. Sin embargo, los modelos punitorios que se usaron para contener la discriminación y el bullying no resultan efectivos. No se trata de proteger a unos castigando a otros sino de que los unos puedan conectar con el sufrimiento de los otros. Para eso es necesario establecer espacios de diálogo y escucha desde tempranas edades donde niños y niñas puedan expresar libremente las cosas que les pasan y cómo se sienten al respecto.

 

Enseñar empatía 

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La empatía es esa habilidad humana que nos permite conocer los estados emocionales del otro y a su vez hacerle saber al otro que sabemos cómo se siente. Es una habilidad esencial para la conformación de grupos humanos por lo que toda nuestra civilización depende de ella. Sin embargo, casi no se enseña empatía en las escuelas. Esto es en parte porque, como dijimos, nuestra educación está más centrada en la competencia que en la cooperación; y, además, se considera a la empatía como una habilidad natural, algo que niños y niñas van a desarrollar de todos modos aunque no se les enseñe. Esto último es en parte cierto, la empatía es una habilidad natural, como también lo es correr; aún así, los deportistas saben bien que, para alcanzar buenos rendimientos, las habilidades naturales necesitan ser entrenadas. En las últimas décadas se puso mayor énfasis en lo que se llamó “inteligencia emocional” para referirse a este tipo de habilidades tan importantes para el desarrollo individual y la conformación de grupos, y más recientemente se comenzó a implementar en las escuelas programas de “educación emocional”. Todas estas iniciativas son muy positivas y esperanzadoras, pero aún falta mucho para que se le de a las emociones y a la comunicación emocional el rol central que debería tener en la educación. Solo basta decir que las personas que por condición natural o por formación han podido desarrollar mejor su empatía suelen estar mucho mejor preparadas para afrontar los problemas de la vida sin recurrir a pensamientos suicidas y para pedir ayuda cuando la necesitan. 

 

¿Cómo enseñar habilidades sociales?

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Tal como ocurre con la formación en valores, las habilidades sociales no se aprenden desde el discurso sino desde la observación de modelos y desde la práctica. Los niños que crecen en familias en que sus miembros se ayudan mutuamente, tienen proyectos comunes, se tratan entre ellos con respeto, están abiertos a aceptar otras formas de pensar o de sentir y se comunican a nivel emocional mostrando preocupación por los sentimientos del otro, tienen mayores probabilidades de incorporar estas habilidades. Si además en la escuela o en otros ámbitos sociales encuentra comportamientos similares y se los incentiva para que ellos mismos practiquen la cooperación, la tolerancia, la empatía y otras habilidades sociales positivas, seguramente contarán con muchos más recursos para afrontar las situaciones difíciles de sus vidas sin llegar a pensamientos suicidas. Para los que no tuvieron la suerte de crecer en un ambiente así, nunca es tarde. Las habilidades sociales se pueden practicar a cualquier edad y tienen la capacidad de cambiar nuestra vida para mejor. Las personas que desarrollan sus habilidades sociales no solo tienen más recursos frente a pensamientos suicidas sino que además son más felices.

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