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La soledad frente al suicidio


La soledad frente al suicidio

Hace un año exactamente, a esta misma hora, me encontraba en la playa solo, perdido, cansado y roto en mitad de la noche.


Había bebido mucho porque llegué a un punto que no soportaba estar conmigo mismo. Con mis pensamientos, con esa vocecita que no paraba en todo el día desde hacía semanas. Esperaba que se calle, y a veces lo hacía y sentía una pequeña victoria, pero al día siguiente hablaba aún más alto. Y me cansé, recuerdo aún ese sentimiento de hartazgo y esa falsa sensación de paz cuando lo decidí. Siempre he sido muy independiente, quizás porque la vida me obligó a serlo, pero aún así intenté pedir ayuda a las dos personas que sentía más cercanas. Nadie vino a salvarme. Y fue muy duro. Estar con el agua hasta la cintura, a punto de perder la consciencia por el alcohol, roto y con dos ríos de lágrimas imparables, y darme cuenta de que no iba a venir nadie. Que solo yo podía salvarme. Y dolió, cada paso hacia la orilla dolió y costó como una vida, porque en ese momento lo fácil habría sido cerrar los ojos y abandonarse.


Pero aquí estoy. Un año después. Y aunque ha sido uno de los años más duros de mi vida, porque la vida es lo que tiene, también ha habido momentos buenos y me han hecho ser consciente de lo fuerte que soy. Desde ese día la voz se ha ido. Y si vuelve a aparecer le diré: quizás el año que viene.

 

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